Hace décadas existían un recinto en las colonias o fraccionamientos para los más mamones, un espacio donde los sueños y el amor al cine nacían, transformando a las jóvenes en cinéfilos.
Durante décadas, las canciones han influenciado y marcado épocas, siempre están ahí para alivianar las broncas emocionales. Estos momentos pueden ser alegres o desafortunados, pero los discos, o ahora el Spotify, están para ‘‘hacernos esquina”, dejándonos llevar por la sinfonía que estabiliza nuestro sentir.
Un rompimiento amoroso siempre nos dejará un aprendizaje y un lago de lágrimas en nuestra habitación, cada gota ejemplifica los momentos que se vivieron al lado de esa persona, besos, abrazos y palabras que se encarnan en nuestro interior y hoy se niegan a desaparecer.
La música para muchas personas (me incluyo en la bola), es aquel alimento emocional que necesitamos para tener un día productivo o simplemente pasar un buen momento de esparcimiento, es la justificación perfecta para abrir una cheve después de una chinga en el trabajo.